Limpiando entre papeles encontró unas hojas escritas de su propia letra. Eran líneas temblorosas y algo borrosas, seguramente algunas lágrimas, incesantes en su momento, cayeron encima. Las estuvo leyendo hasta que cayó en la cuenta de que no eran más que sentimientos. "Ójala estos sentimientos estuvieran vacíos", pensó. Cogió los papeles y volvió a guardarlos. No le habían hecho daño, sólo había recordado lo mal que la hicieron sentir. De repente unas llaves tintinearon al abrir la puerta de casa. Lo siguiente fue un cálido beso de buenos días.
PD: ¿Sabes? Ahora que sé que me estás mirando, no voy a decirte nada.
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