Un día se levantó y le dijo que ya no quería ver más, su sonrisa, sus besos, sus abrazos, su mirada, sus caricias, sus susurros… Bajó la cabeza y antes de que se le escapara una lágrima curiosa, decidió mirar al frente y ver su propio cielo. Lo tenía más cerca de lo que imaginaba y lo mejor de todo es que era solamente suyo.
PD: Las peores cosas que nos pasan son las que no nos suceden nunca.
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